
EDITORIAL
La primera vez que compitió por la Presidencia de la República de El Salvador, el actual primer mandatario de ese país señalaba de manera vehemente que no se iba a postular.
Aseguraba que hacerlo significaba una ventaja desleal frente a los demás contendientes.
Ahora, ya en el poder incumple su palabra y al estilo de Chávez, Morales y Ortega busca permanecer en el cargo contra la ley, los opositores y su propia palabra empeñada.
Es una muestra clara de que en El Salvador hay un gobernante populista.